César Lacalle en Nave 73

Hasta el 24 de mayo puedes disfrutar de la exposición del antiguo alumno del Master César Lacalle en Nave 73 en la que, comisariado por Enrique Yáñez, podrás ver una muestra de varios trabajos suyos: "No name city", "Somewhere", "101 faces in..."

Es complicado aprehender la calma y mantener la cordura.

Cuando comprendemos la realidad, nuestro entorno, cada particularidad, siempre lo hacemos desde una perspectiva que nace de nosotros, de nuestra sensibilidad analítica. César Lacalle nos muestra desde su trabajo un mundo interrelacionado, entretejido, en la diversidad. El carácter narrativo de cada una de sus propuestas creativas tiene un ritmo previsto, razonado, perfectamente estudiado; es, la envoltura de las sensaciones conteniendo al suceso.

Cuando tomamos un tiempo en contemplar su fotografía nos damos cuenta que primero, ante todo, entramos; nos adentramos. Y la razón misma nos muestra como la bienvenida al mundo interior de César Lacalle se proyecta desde una antesala, con carácter y ritmo fuertemente marcados.

El sentido historiográfico que emana cada una de sus obras, bien puede trasladarnos a Walker Evans si tratamos sobre lugares y espacios de condición histórico-emblemática, a situaciones en relación directa con los planteamientos cromáticos de Stephen Shore o William Eggleston, que se alimentan en la inmediatez expresiva que nos aportaría una pintura del gran D. Hockney, el momento decisivo del que nos hablará Cartier Bresson, la oportunidad manifiesta extraída de la realidad más viva, más directa, el proceso de atender a lo que aparece y atribuirle una importancia trascendente desde la virtud originaria del mismo ser en sí. Un origen que nos prepara a ser parte igual de viva en su trabajo como espectadores y al mismo tiempo partícipes de su intención. De lo creado.

El mostrarnos un reflejo y atribuirle un significado cuyo contenido se compone de una estructura de estructuras, ajenas al tiempo, al espacio, incluso a todo lugar, la detención misma del suceso, de lo grandioso de la cotidianeidad. El comprender que el pasado, el presente y el futuro se conforman en el devenir de nuestra propia realidad, captados por una instantánea permanente que nos invita a traspasar el límite entre la percepción y la obra, a involucrarnos llegando a poder ser una pieza más.

Todo ello desde un planteamiento siempre amable, educado, calmo; una sutil invitación delicada y precisa que con el respetuoso silencio con que recibe a sus invitados un digno anfitrión, nos sienta a la mesa y desde la más absoluta crudeza sensitiva, nos descubre los platos para dar rienda suelta a nuestra imaginación. Nos invita a sentarnos.

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