BECAS

JOHANNA ESCOBEDO MARQUEZ (PERÚ)

Sin Titulo

 

Mis madres me dieron de comer, abrigo, dónde vivir y saber cómo esconderme.
Tengo hermanos que no conozco, pero los quiero.
Mis madres, algunas eran cariñosas y otras ajenas a mi presencia.
Mi niñez esta llena de los sonidos que se deslizaron entre los muros de aquella casa, de las monedas cayendo en una caja que jamás deja de tener monedas, de las voces dulces que se mezclan entre la música.
Me duele haber visto por las grietas seres violentos, calientes y virulentos. Mostrando su otra piel.
Sigo rozando con mis recuerdos a esa niña de ojos inocentes, mientras mira a sus madres renombradas, corajudas y necesitadas.

Me siento embelesada por la leche que sale de sus pechos y por las manos desdibujando su aspecto para hacerlas otras. Otros rostros, otros aspectos.
Me siento asqueada por la leche que se desparrama triunfante y que las domina dentro de esas habitaciones.
Puedo verme dar un paseo por el salón de baile donde jugaba con las luces de colores a la luz del día.
Era extraño sentir como mis zapatos se pegaban a ese piso meloso, aunque más tarde me di cuenta que había nacido ya adherida a aquel lugar, junto a todas mis madres eventuales.

Suelo recordar la oscuridad de los pasadizos, focos cubiertos con plástico rojo y hombres con un solo rostro.
El olor a cerveza mezclada con ruda es algo que me ata a esa casa. Siento nuestros cuerpos amañados, viviendo un delirio que nos retuerce de una forma dolorosa pero que no nos rompe, nos moldea en un espacio ficticio, violento, difícil de ordenar y nocivo hasta pensar que es nuestro.

No. No es nuestro. No pertenecemos aquí. Esta casa y estas habitaciones son solo espejismos, de donde tú te encuentras. Tú, el que me lee ahora. Juntos hemos amamantado este lugar imaginario y desequilibrado, hecho para seres menos dignos. Este lugar donde mentir y silenciar nos da algo de cordura.

Ahora todo luce vacío, en una espera latente, como si la enfermedad crónica hoy se sintiera más que nunca.
¿Dónde estarán ahora mis madres?
No me siento huérfana porque me han arrebatado quererlas, pero sí llevo conmigo una nostalgia agridulce y pienso en sus nuevos y astutos escondites. Sé que las acechan las nuevas políticas de estado y las viejas también. Las veo correr, perdidas lejos de casa, pero nunca desorientadas en un laberinto que no tiene puertas de escape. ¿Cuál es la salida? Yo no la he encontrado y aquí todos estamos perdidos.


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