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"Un arte más comprometido política y socialmente": entrevista a Carmen Dalmau

©Carmen Dalmau

Está pasando, vivimos en cuarentena, creamos obra metidos en casa, subimos a diario más contenido del habitual a nuestras redes sociales y los cambios de ánimo están a flor de piel.

Cada vez que vemos las noticias el número de muertos e infectados por Coronavirus aumenta y nos encontramos sumidos en un estado de incertidumbre sin precedentes cercanos que nos ayuden a manejarlo.

Por esta época del curso, los alumnos y alumnas del Máster Internacional de Fotografía y Gestión de Proyectos de EFTI, nuestros alumnos, suelen tener clase con Carmen Dalmau, visitan museos, analizan obras, desentrañan símbolos… pero si la montaña no va a Mahoma …

Hoy le pedimos a Carmen Dalmau que analice con nosotros, para nosotros, alguna de las obras pictóricas que a lo largo de la historia del arte hayan retratado enfermedades como la que ahora nos asola.

Carmen Dalmau es licenciada en Historia del arte e Historia moderna y contemporánea, fue durante muchos años la Directora de la Galería Cero y es profesora de Historia del arte y estética en el Máster de fotografía EFTI … Además de ser comisaria independiente de exposiciones, crítica de arte y  creadora del blog de fotografía antevuestrosojos.

Por Helena Méndez.

Fotografía de Carmen Dalmau para el #retoEFTI

 

Pregunta: Buenas tardes, Carmen, y muchas gracias por hacernos esta visita guiada casera.
Llevamos ya tres semanas de cuarentena y, a pesar de que, por supuesto, lo más importante es que estamos sanos, la cabeza, con el paso de los días, empieza a hacer de las suyas.
Pensando en esto, me ha venido a la mente el cuadro de "Le désespéré" ("El hombre desesperado"), Autorretrato de Gustave Courbet, h. 1845
La primera pregunta es una broma, pero: ¿tú crees que aumentará el número de selfies de este estilo esta cuarentena?

Respuesta: Pienso que no. Estamos desesperados pero nos mostramos haciendo maindfulness y yoga en Instagram. Aunque en el mundo actual pervive la herencia del Romanticismo, del que no hemos logrado desprendernos del todo, el fenómeno de los selfies y el de los autorretratos como el de Courbert parece que son muy diferentes. Los selfies están mas cercanos a la interconexión a través de pantallas y redes. Como reflexiona el filósofo Byung-Chul-Han, los selfies responderían a la sociedad de la transparencia, que elimina la negatividad y los matices, a favor de lo brillante, lo liso, lo considerado positivo. Los selfies responden a un tiempo eternamente presente y las imágenes se liberan de toda dramaturgia y escenografía, eliminan cualquier ambigüedad y lo que es más importante, lo que nos hace diferentes a los otros. Nos iguala a todos en una homogeneidad en la que no cabe lo distinto. La hiperinformación y la hipercomunicación dan testimonio de la falta de verdad, e incluso de la falta de ser. Y el retrato del hombre desesperado es el retrato de alguien que es, y que es diferente a los otros en su desesperación.
Courbet es un hombre que quiere transmitir los valores interiores de un profundo desgarro. 

H.M.: Ahora más serios, esta forma de representarse no se da hasta que llegamos al Realismo… ¿Por qué se abrió esta nueva vía? ¿Cómo se llegó en ese momento a hacer crack con el Romanticismo y el Clasicismo y empezamos a ver cuadros como éste? 

R.: El mundo desde el siglo XVII y hasta principios del XIX era un teatro, una representación teatralizada, una gran escenografía, y el autorretrato de Courbet responde a esa manera teatral de mostrarnos en público. 
Es un joven artista que aún no se ha inscrito completamente en el realismo, y que se hunde en la épica y desesperada teatralidad romántica. Elaboró una representación operística del genio del artista, incomprendido, arrebatado por los sinsabores de la creación y la incomprensión que su obra suscita en los Salones de Otoño del Paris de la época. Courbet es el artista revolucionario, que participó en los sucesos de la Comuna de París y se le acusó, encarcelado y arruinado por sus acciones en aquellas jornadas.  Es, como Manet, el artista de la vida moderna. Los selfies son creaciones de la postmodernidad. 


H.M.: Lo político y lo social siempre han marcado un antes y un después en la Historia del Arte, ¿crees que nos encontramos ante uno de estos momentos?

R.: Los historiadores siempre necesitamos mirar con al menos la distancia de veinticinco años. Nuestro análisis es de tiempos largos y lentos. Los antiguos llamaban Peste a las epidemias. Homero en la Iliada en el Canto I, v.8 y ss. cuenta como Apolo lanza la peste sobre los aqueos, Tucídides  en la Guerra del Peloponeso describe la peste de Atenas del año 430 a.c. que costó la vida a Pericles y liquido la democracia ateniense. El historiador afirmaba que su descripción de la epidemia no tenía fines médicos si no que su objetivo era para poderla identificar en el futuro, y a diferencia de Sofocles, la epidemia no era fruto del destino y un castigo divino. Con esto quiero decir que la humanidad ha padecido estas plagas desde el principio de la Historia, y también las reacciones han sido muy semejantes. Creo intuir que el covid-19 es una catástrofe natural, la gran  pandemia de nuestra era del Antropoceno. La especie humana ha ido alterando desde el neolítico el equilibrio del ecosistema en el que habita. Ahora estamos sumidos en una nueva etapa en la que el mundo virtual y las reglas de un mercado neoliberal habían ganado la partida. Ya había signos de reacción antes de estas crisis que empezaban a mostrar que en el arte, como en otros conocimientos, comenzaban a necesitar replantearse nuevas reflexiones. Filósofos como el citado  Byung-Chul-Han o el escritor Paul B. Preciado así lo estaban percibiendo. Si fuera verdad, como algunos afirman, que cuando concluya ese confinamiento , muchas cosas tendrían que cambiar, quizás una de ellas seria el papel del arte como elemento para pensar el devenir político. Tendríamos que recomenzar el relato creativo donde lo dejaron pensadores como Foucault y Guattari,  Deleuze y Derrida

No estoy tan segura de que esta catástrofe natural suponga un antes y un después, un cambio que modifique la forma de hacer y pensar las cosas. 

De la lectura de Antonio Negri, cuando se pregunta como se sale de una crisis de este tipo, se desprende que  “hacer reconocer los derechos comunes de propiedad social es la única y justa vía para salir de esta crisis”. Si se sale de la crisis en el sentido de estos nuevos derechos de propiedad social  de los bienes comunes se saldrá de un modo, si prevalece el derecho a la propiedad privada, la salida será de un modo bien distinto.

Si somos capaces de reconocer los derechos comunes para salir de esta crisis, el arte y los artistas se comportarán de una nueva manera, si no, esta crisis apenas cambiará nada.

Lo dice Albert Camus en el final de "La Peste": Cuando la cuarentena se levantó por fin en la ciudad de Orán todos volvieron a sus quehaceres habituales dando gritos de alegría, como si nada hubiera pasado.


H.M.: Volvamos atrás en el tiempo y visitemos ahora una de las joyas del Prado, el tríptico de “El jardín de las delicias” (1490-1500) de El Bosco.

Últimamente se ven continuas alusiones tanto en redes y telediarios como en publicidad a los placeres de la vida… al pecado (un famoso anuncio de chocolate nos lo recuerda constantemente) y también se hace alusión al castigo divino. ¡Sin duda si El Bosco fuese contemporáneo seguiría triunfando!
¿Qué símbolos, figuras o alusiones a las enfermedades podemos encontrar en esta obra? 

R.: Primero, creo que "El jardín de las delicias" no hace tanto referencia al pecado, como al fracaso del plan divino. El panel central es el mundo que podría haber sido, pero que los hombres (y las mujeres que les tentamos) al comer del único fruto que teníamos prohibido, desbaratamos. Convertimos el mundo en un infierno.
El Bosco es un artista de mentalidad medieval aunque viva en pleno Renacimiento, y es eso, lo que paradójicamente lo acerca a la mirada actual. La dispersión, la fragmentación de la mirada, las interconexiones inesperadas, la ausencia de un punto fijo al que mirar con todas las certezas. En las representaciones de la modernidad se  ha roto la línea del horizonte, y la caída libre de los cuerpos como afirma Hito Steyerl está generando nuevas formas de representar el mundo.
Mas que iconografía asociada a la enfermedad, la que aparece en el ala derecha del tríptico es la asociada al pecado.
La única alusión que algunos han querido ver a la enfermedad, esta en el panel derecho, simbolizada por la figura blanca que mira al espectador (un posible autorretrato del autor), que se sujeta en unos miembros que son troncos de árbol calcinados y vacíos, que viajan en las barcas de Caronte por el río de aguas negras y heladas, y que tiene el vientre como de cáscara de huevo en el que alberga una taberna. El paño blanco que cubre una de las piernas parece tapar las llagas vergonzantes producidas por una enfermedad.
La tabla derecha del Jardín de las delicias, es una alusión a los vicios y a los siete pecados capitales, como la lujuria, la gula o la soberbia. Los vicios que aparecen en esta tierra que habiendo sido concebida como un paraíso, hemos transformado en un infierno.


H.M.: Y, ¿crees que si en un futuro se construyese una obra similar haciendo alusión a esta pandemia podrían usarse algunos de estos símbolos y representaciones?

Mas que los símbolos, lo que si se podría mantener es la estructura compositiva. La fragmentación de la narración,  el aislamiento de las figuras, la disolución de un horizonte. La confección de un tapiz en el que todas las escenas tienen la misma importancia, sin las jerarquías que ordenan el mundo renacentista. 


H.M.:También en el Prado, y aunque el título no acompañe, no podemos dejar de lado “El Triunfo de la Muerte” (1562) de Pieter Brueghel “el Viejo” de la Escuela Flamenca. 
“La Peste”, esas dos palabras, esa enfermedad, ese tema sobre el que tantas películas, libros y pinturas se han hecho y que veíamos tan del pasado.
¿Qué nos puedes contar de este cuadro, que, realmente y en paralelo a la gran metáfora que usan nuestros políticos y sanitarios con el Covid-19, parece una guerra?

Aunque ahora se emplee la metáfora de la guerra, estamos ante una gran pandemia que afecta a la totalidad del globo. Una pandemia es una catástrofe natural. Las pandemias como el cólera, el tifus o la peste han existido a lo largo de la historia, pero en Occidente nos creíamos libres de ellas tras la estetificada "Muerte en Venecia" de Thomas Mann y Luchino Visconti. Las medidas de higiene, tecnología y desarrollo eran un escudo transparente que nos aislaba. Estaban reservadas a los otros, a los países del otro mundo. Nuestro estupor es que esta distopía está también ocurriendo también en nuestro ordenado y limpio mundo occidental. 
El terror a la muerte como una presencia constante y amenazadora de nuestra vida es lo que nos hermana con la reflexión tardo medieval de Bruegel el Viejo. 
No podemos olvidarnos que Bruegel es un pintor de mediados del siglo XVI que se mueve entre Amberes y Bruselas y que su arte refleja la profunda crisis social de la Europa del Norte y una reacción a la Contrarreforma. 
Cuando Bruegel comienza a pintar el Bosco ya ha muerto, y su éxito reside en apropiarse de parte de la iconografía de este.
Ante la muerte, causada por una epidemia como la peste, todas las clases sociales somos de la misma condición. El emperador con manto púrpura al que un esqueleto le enseña un reloj de arena con el tiempo ya cumplido, el rico al que la muerte le arrebata las monedas de oro de su barril, o la campesina que cae desfallecida con su hijo en brazos.
Un ejército de esqueletos, parapetados tras ataúdes como escudos arrebatan a todos, sin distinción, los placeres de la vida, y nos arrebatan a esa gran casa de la muerte que también tiene forma de ataúd. 
En la esquina inferior derecha una pareja sigue disfrutando de los goces y placeres del amor, sin sospechar que a sus espaldas un esqueleto acompaña las dulzuras de que disfrutan tañendo un violín. Las espadas, la juventud y belleza, el poder de nada nos sirven ante una muerte que nos dota a todos de la misma condición mortal, aunque a veces, y en este mundo nuestro nos creamos incluso inmortales.
La muerte echa sus redes y cosecha almas muertas, a pesar de que la iglesia taña sus campanas y llame a la oración. Los muertos se cuentan por miles, incluso ante los grandes animales marinos no se detiene.
Ni las ballestas, ni las espadas pueden luchar contra un enemigo invisible.
Pero en esta época sabían diferenciar bien entre lo que llamaban los cuatro jinetes del Apocalipsis que traían las desgracias montados en caballos blanco, bermejo, negro y amarillo. Los caballos del Triunfo de la Muerte tienen el color amarillento macilento del jinete de la Muerte, de la peste. 

 

H.M.: Me gustaría que ahora nos hablases de "Las Vanitas" y nos mencionases dos de tus representaciones favoritas de estos recordatorios de lo efímero de la vida. 
¿Estaremos ante el momento de auge de la construcción de bodegones costumbristas del siglo XXI?


R.: "El triunfo de la Muerte" también es una gran vanitas. Está presente mucha de  la iconografía que se emplea en este genero específico. El reloj de la muerte, la vela apagada, las calaveras, la guadaña, la fugacidad de los placeres.

Antonio de Pereda "El sueño del caballero" (1650) que pertenece a las colecciones de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, siempre me ha fascinado. Ahora, encerrados en nuestro cuarto, el sueño del caballero también es nuestro sueño. Ante un joven caballero ricamente vestido duerme apoyando la mano en su mejilla aparece un ángel que sujeta una filactería en la que esta grabado el lema  “Eternamente hiere, vuela rápido y mata”, que recuerda lo fugaz y efímera que es la vida. 
La confusión de sueño y realidad, propia del Barroco, se puede también emparejar con la situación actual, en la que estamos viviendo una pesadilla que a veces nos parece que no puede ser real.
Las vanidades del mundo a las que nos agarramos, el amor, el poder político, las riquezas y los placeres que nos entretienen como la música , la literatura , el saber o el teatro, y que hoy nos son de tanto alivio y consuelo, nada pueden contra el trágico destino.

Otra obra, mucho mas tétrica, pero un ejemplo perfecto de vanitas son las que aun se encuentran como estaban en el programa original, en la Iglesia de la Hermandad de la Santa Caridad en Sevilla,  son las "Postrimerías de Valdés Leal" (1672) tanto "Finis Gloriae Mundi", como "In Ictu Oculi" nos recuerdan con todo el tenebrismo de que es capaz el barroco sevillano las vanidades de las glorias de este mundo. 

No se si estaremos ante el auge de bodegones, o del subgénero de las vanitas. Nuestra sensibilidad actual ya se horroriza solo ante las camas vacías de un hospital de campaña. Si a estas camas les añadimos los cuerpos en descomposición como vemos en las Vanitas vomitaríamos de horror y se nos helaría la sangre de espanto.

Hay artistas españoles como Cristino de Vera o Manuel Vilariño que sintetizan la esencia de las vanitas, sin mostrar la vísceras, resaltando lo espiritual y místico, y quizá esa vía será la que mas se imponga, frente a la vía de la contrarreforma, más gore, que pedía sangre y horror. 


H.M.: Y por último, como comisaria de arte que sigue de cerca el arte contemporáneo, ¿estás viendo algún cambio significativo en la creación artística en estas pocas semanas? 
Por ejemplo, como hablábamos al principio ¿esto nos llevará de nuevo al Realismo o a la Abstracción…o se están abriendo nuevos horizontes que todavía desconocemos?

R.: Difícil aventurar ninguna respuesta. Realmente no se pueden apreciar cambios significativos. Quizá una mirada mas íntima sobre el entorno, que se hunde en brumas y elogia las sombras, individualista y poco coral. Hay mucho manierismo, mucho remake y miradas al pasado. La pintura realista siempre estuvo ahí, como el dinosaurio de Augusto Monterroso. 
Realmente espero que si la reacción a esta situación es social y colectiva, el arte que surja sea un arte más comprometido política y socialmente. 

 

©EFTI. 3 Abril 2020


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