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Alumnas seleccionadas Visa Pour L'Image 2020

Rosa Rodríguez y "LOS GUARDIANES DEL ÁRTICO" en Visa Pour L'Image 2020

Marina Gallardo y Rosa Rodríguez, alumnas del curso de Fotoperiodismo y Reportaje, han sido las elegidas por el Canon Student Program para acudir a la próxima edición del Festival Visa pour l’Image y ser parte de los Visionados de portfolios con embajadores de Canon.

Por la pandemia del COVID-19, esta edición será digital, pero no por ello menos enriquecedora para nuestras alumnas.

Del 2 al 5 de septiembre de 2020, Canon recibirá a 210 estudiantes de fotografía de toda Europa, Oriente Medio y África en un programa intensivo de seminarios web exclusivos y revisiones de portfolios con líderes de la industria fotográfica, editores y embajadores de Canon, y obtendrán acceso completo a la plataforma digital de Visa pour l 'Imagen. Además, cada participante también recibirá un libro de edición limitada, con la fotografía de los seleccionados del Programa 2020.

Conoce los proyectos de Marina y Rosa: 

 

MARINA GALLARDO
TIERRA Y HUMO

Oruro es una de las primeras ciudades bolivianas en las que las mujeres han conseguido entrar a trabajar en el interior de las minas. Hace algunos años, se creía que traía mala suerte que una mujer ingresara en la mina, por lo que a ellas se les reservaba el trabajo de picar el mineral en el exterior. Actualmente, las mujeres pueden hacerse socias de las cooperativas y trabajar igual que los hombres, aunque todas las que trabajan aquí son mujeres cuyos maridos formaban parte de la cooperativa y, o bien por su fallecimiento o por su abandono, ellas aprovechan su ficha para entrar a trabajar. En el poniente boliviano las montañas están vivas. Son respetadas y temidas por los habitantes de estas tierras desde hace siglos. Los mineros y mineras de la ciudad de Oruro las conocen bien; de ellas obtienen el mineral, fruto del duro trabajo que realizan cada día, que les permite alimentar a sus familias. 
El trabajo de una persona en las minas de Oruro no es un trabajo cualquiera; cuando se adentran en las entrañas de la tierra, entre polvo, humo, piedra y azufre, no saben cuándo van a salir, si conseguirán mineral suficiente para poder llevar dinero a casa, cuántos sacos de piedra tendrán que cargar a la espalda o cuánto se resentirán sus cuerpos.
La forma en la que desarrollan el trabajo en las cooperativas mineras bolivianas es totalmente rudimentario y artesanal. La única tecnología con la que cuentan son las lámparas y la máquina para abrir nuevos caminos dentro de la mina. Todo lo demás es igual que en los tiempos de los Urus, habitantes originarios de estas tierras que ya extraían mineral de los cerros.

El trabajo que realizan las mujeres mineras es igual al que realizan los hombres pero, al llegar a la mina, ellas llevan horas despiertas trabajando en sus casas y atendiendo a sus hijos e hijas y, al marcharse, continúa su trabajo en el hogar.
Ellas consideran un avance el hecho de que puedan ingresar a trabajar en las minas con las mismas condiciones que los hombres, pero son conscientes del doble trabajo que hacen por ser mujeres y madres.

Los mineros y mineras bolivianas cuentan que en las minas vive un demonio, el dueño de las minas, el que cuida de ellas. Es al Tío de la Mina a quien debe rendírsele culto aquí dentro, donde no llegan los dioses, donde las personas están incomunicadas, donde no existe el tiempo, ni la luz, ni el aire.
El Tío de la Mina cuida de ellos y es a él a quién dirigen sus ofrendas y a quien piden, cada vez que entran, volver a ver la luz del sol, regresar un día más a casa con vida.

 

ROSA RODRÍGUEZ
LOS GUARDIANES DEL ÁRTICO

Mi intención es mostrar imágenes de la vida en el ártico, y a sus habitantes como guardianes de un mundo a punto de cambiar.
Cuatro millones de personas viven el Ártico, subsisten en pequeñas comunidades gracias a la caza y la pesca como lo hacían desde hace miles de años, su respeto y vínculo con la naturaleza ha conseguido conservar esta zona del planeta.

Fotografías tomadas en el Círculo Polar Ártico, en las regiones de Kulusuk y Qaanaaq en Groenladia, Yamalia en Siberia, y Laponia Noruega y Finlandesa, entre los años 2016 y 2019.

 

MARINA GALLARDO
DONDE HABITA LA MEMORIA


En la Plaza Mariano Granados de Soria hay un mural que rinde homenaje al poeta Gustavo Adolfo Bécquer, en el que se puede leer, junto a la imagen del artista, la frase “Volver donde habite la memoria”. 
Mis abuelos maternos se trasladaron a vivir a Soria en el año 1970. Dejaron atrás su vida en un pequeño pueblo de la provincia de Burgos, donde nacieron mi madre y mis tíos, y se marcharon a la ciudad en busca de una vida mejor. Mi madre llegó a Madrid a los 18 años para trabajar, aquí conoció a mi padre, quien también abandonó su pueblo natal en la provincia de Badajoz para buscar un futuro en la capital.
La historia de mi familia es la historia de miles de familias españolas que han formado parte de las dos grandes transformaciones demográficas que han vaciado el interior del país en los últimos 70 años. A partir de la década de los cincuenta, la mecanización del campo provocó el primer éxodo rural del campo a la ciudad. Posteriormente, a partir de los sesenta, los ciudadanos empezaron a emigrar a las grandes urbes, en especial Madrid, Barcelona, País Vasco y la costa del Mediterráneo.
Yo he nacido y me he criado en Madrid, una ciudad en la que se me hace muy difícil crear un vínculo con el espacio. Aquí los ‘no lugares’, que cada día recorremos sin establecer con ellos una relación que vaya más allá de la puramente utilitaria, nos rodean y marcan el ritmo.
En la continua búsqueda de identidad es fácil creer que una se pierde constantemente, que camina en círculos y cae en contradicciones. Nos olvidamos, o quizás nunca hemos sabido, que no somos una sola cosa, que no hay una sola palabra que pueda definirnos. Y, sin embargo, “Volver donde habita la memoria” se torna para mí un ejercicio necesario de consciencia. 
Volver a aquellos lugares que siento que forman parte de mí, huyendo de estos en los que me siento una extraña. Volver donde sé que todavía habita parte de mi memoria, unida inexorablemente a la de mi familia; a la de mi abuela, que es mi conexión más cercana con mi pasado más lejano.
¿Qué papel cumple nuestro pasado en la búsqueda de una identidad propia? ¿De dónde viene la necesidad de ubicar la memoria? ¿El impulso de atarla a un lugar, a una imagen, a un poema?

 

¡Enhorabuena a las dos!



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