CONCURSO

El juego de LUNIK: Capítulo 13 Me levanté más tarde de lo normal...

La foto ganadora del Capítulo 13 es Emi Picazo Escribano, enhorabuena!

 

Capítulo 14

Estuve mirando un rato más a través de la cortina blanca, su movimiento era hipnotizante. Maruja y Garbino siguieron discutiendo un rato más. Intenté oír la conversación. Hablaban en alemán o en algún idioma de tipo germánico. Era el colmo. Maruja hablaba en extranjero, yo pensaba que era una mari de su casa, amante de las teleseries, y resulta que estaba conectada con el vecino que me estaba volviendo loco, y sabia alemán. ¡Quiénes eran!

Estaba extasiado. Salí a dar un paseo. De repente se nubló, la luz se tornó difusa. Me senté en un banco a ver la vida pasar. Unas gotas empezaban a caer y volví a la realidad. Pronto el suelo se llenaría de charcos y todo empezaría a brillar. Hasta yo empezaría a resplandecer. No me di mucha prisa en volver, me encantan las tormentas de verano, ver como la gente comienza a correr, los primeros paraguas, las primeras señoras con bolsas en la cabeza. Disfruté. Llegué a casa algo mojado. Me desnudé tirando la ropa al suelo y me metí en la ducha. Dejé que el chorro bajara por mi espalda. Es la misma sensación que el sentir de las gotas en las ventanas de los coches en su carrera hacia el infinito. El resto de días de julio pasaron sin pena ni gloria, la oficina estaba medio vacía, casi todo el mundo se había ido de vacaciones. Sólo estábamos uno por departamento y un par de becarios de verano. De vez en cuando el simpático de mi jefe nos mandaba una foto. Al final de mes tenía un álbum entero de mi jefe en bañador, de mi jefe pescando una manta-raya, de mi jefe bebiendo un zumo de frutas, de mi jefe en un barco, del amanecer y del atardecer que vio mi jefe, de mi jefe en la puerta del museo, de los pies de mi jefe en el agua, de mi jefe enterrado en la arena, del castillo de arena que mi jefe intentó hacer, de mi jefe en un karaoke…

Teníamos horario de verano y esa tarde era la tarde perfecta para volver a la piscina. Entré en el recinto, de los años 60, baldosines pequeños, señoras que no meterían la cabeza en el agua, la luz entrando a bocanadas por los ventanales del vestuario. El césped recién estrenado. Estuve dos horas en la pecera. La llamaban así. No sé si era bueno o malo. Pero yo disfrutaba del roce del agua entre los dedos. Volví a casa. Deje las llaves en el velador de la entrada. Me llené un vaso de agua. Llamaron al timbre, de seguido apareció un sobre blanco por debajo de la puerta. Abrí la puerta y no había nadie, el corredor tenía un aspecto un pelín fantasmal y a mí el corazón se me disparo de repente. El sobre tenía un sello negro con la tinta un poco corrida. Entre en casa y cerré la puerta con dos vuelta de llave. Por si acaso. Abrí el sobre y había un dibujo de niño pequeño. Había un hombre, una mujer, un niño con el pelo verde y un intento de molino de viento o de palmera. Con letra de adulto habían escrito: Todavía estas a tiempo de continuar con tu vida. Avisado quedas.

Estuve haciendo la mochila, al día siguiente me iba de vacaciones, y tenía la casa llena de cosas que meter: pasaporte, gafas, pastillas potabilizadoras de agua, la ropa sobre la cama, en el baño los artículos de playa, zapatillas, la cámara con el cargador y las tarjetas de sobra… Volvieron a llamar a la puerta. Casi me da un patatús ahí mismo. Contesté con un ¿Siii? Algo agudo, casi versión Castrati. Hola soy tu vecino el del primero. ¡¿Qué?! En mi mente apareció la continuación a su frase –Y he venido a matarte- Abrí la puerta y era Garbino. Vino a pedirme pimienta negra. En la escasa conversación me agradeció la pimienta y me deseo unas buenas vacaciones. Le volví a ver el carnero dorado colgado de la mano. ¡Era un Toisón de oro! y tenía toda la pinta de ser verdadero.

Al día siguiente me planté en el aeropuerto. Me encontré con mis amigos. Teníamos la cara resplandeciente de emoción. No nos veíamos desde las anteriores vacaciones y habíamos decidido hacer una tournée por Europa. Comenzaríamos en Roma y seguiríamos el instinto hacía el norte, dejando que la aventura fuera el mapa a seguir. Y con un Yeah Haaaaa! como grito de guerra comenzamos las vacaciones.


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