Salvi Danes (España)

  Una delgada capa de hielo, invisible, que dificulta el libre movimiento, que mina nuestra autoconfianza para escoger una dirección. Una barrera invisible que ejerce en nosotros una influencia temerosa a la hora de dar pasos hacia algún lugar. Avanzando apoyados en una especie de muro imaginario que facilita nuestro camino, que toma decisiones por nosotros. La ciudad es un núcleo ajeno, llena de acompañantes pero vacío de compañeros. Transportados por un flujo intangible, destinados a observar como figurantes en una trama con final pactado. Moscú es el paradigma soviético, una capital descomunal, hasta hace relativamente poco, desconocida, por otras ciudades equiparables del resto del mundo, equiparables en superficie y población, pero no de igual sistema político ni régimen social. Parece observarse una dislocación en sus habitantes por el impacto de una realidad compleja, fruto de una historia convulsa que ha transitado del feudalismo zarista a la dictadura del proletariado, y del comunismo al reciente liberalismo económico. Una religión también con carácter ideológico muy marcado, pilar del antiguo régimen, y una gran barrera para el cambio social. Un difícil posicionamiento del pueblo, tan obligado a seguir estelas y tan poco tenido en cuenta a la hora de constituir una voz critica y constructiva. Actualmente, no es exageradamente diferente, la figura de Putin está llevando a cabo una política de acumulación de poder y de concentración de competencias en la Federación Rusa en detrimento de una verdadera democracia. ¿Cómo afecta esto a su población? No se puede negar la evidencia que el poder estatal está regido por una ley arbitraria. Se deposita en el Estado la capacidad de pensar, muchos pueden alegar el por algo será, evitando así cuestionarse nada. ¿Porque se delega en otros el pensar? Quizá por no sentir marginación y desamparo, para reforzar ilusoriamente los sentimientos de pertenencia al cuerpo social.