Seis pancartas para reflexionar sobre las nuevas formas de relacionarse en comunidad. A partir de la necesidad de demostrar la capacidad del arte de relacionar y aislar, de analizar, de ajustar y empalmar contenidos concretos, aportando lecturas no habituales de nuestra realidad, desde el año 2014 Grey Flag propone seis nuevas pancartas cuya temática reflexiona sobre las nuevas formas de relacionarse en comunidad y que se muestran en la fachada del Centro-Museo Vasco de Arte Contemporáneo de Vitoria-Gasteiz (Artium)
En este contexto, la obra de Edurne Herrán, antigua alumna del Master becada en la anterior convocatoria de las Becas Roberto Villagraz, mostrará "El Jardín de las emoji-delicias", del que escribe nuestra profesora y Directora de Galería Cero Carmen Dalmau:
"La tabla central del Jardín de las Delicias reconstruye una historia que pudo haber sido y no fue. Un jardín de placer, sin conciencia de pecado y nos cuesta creer que el mundo representado pueda compartir espacio terrenal con nosotros. Eleva la cartografía de un espacio poblado por un bestiario medieval y despliega la utopía en un lenguaje gótico, en una encrucijada histórica en la que se ha descubierto un Nuevo Mundo y todas las hibridaciones llegan a ser posibles. Los espectadores actuales no pueden sino imaginar que la obra encierra significados ocultos y oscuros, y que es difícil descifrar ese mundo fragmentado, que no respeta las leyes de la perspectiva, del espacio, ni del tiempo.
Keith Moxey ha focalizado la experiencia del anacronismo que disfrutan las obras de arte en la teoría de un tiempo discontinuo, no universal, en la heterocronía de lo visual donde cada lugar o cultura tiene su propia cadencia, complementario de un tiempo estético, que permite a la obra de arte seguir modificando el presente del observador, al margen de su vínculo con el tiempo histórico de su creación.
El mundo imaginario creado por el Bosco nos fascina porque posee un tiempo estético anacrónico, convirtiéndose en una metáfora del espacio-tiempo actual disperso, dividido, fragmentado, pero al mismo tiempo globalizado.
Así, nada es más natural que pasear la mirada por ese escenario poblado de naranjos, ese huerto maravilloso con toda variedad de árboles hermosos, frutas deliciosas y querer recuperar su espacio para la actualidad. El Bosco manejó la iconografía tradicional mezclando con habilidad y libertad creadora, con humor y sátira, los monstruos y quimeras, los peces con alas y las aves marinas que habitaban los códices medievales.
Es en este lugar donde Edurne Herrán puebla el Jardín de las Delicias con una iconografía de emoticonos, llegando hasta los espectadores actuales que hoy continúan cautivos de las emociones y el magnetismo que irradia la obra."
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