CONCURSO

Capítulo 17 - Octubre llegaba recordándonos que es el mes que está entremedio del sol de agosto y la nieve de enero...

Capítulo 17

 

Octubre llegaba recordándonos que es el mes que está entremedio del sol de agosto y la nieve de enero. Ese mes donde las chaquetas de entretiempo y las chanclas todavía conviven en espacio produciendo la eterna lucha de los escaparates de las tiendas de ropa. Dónde ya no hay vacaciones,  y empiezas a pensar en lo que necesitas que te toque la Lotería. El mismo tiempo en el que, a los árboles les sobran las hojas, y cual perro mojado, se sacuden hasta que no les queda ni una.
Así entró el otoño. De golpe. Y con él, mi estado de melancolía. Empezaba a ver todo con un pesimismo absurdo, empezaba a ver belleza en los viandantes que caminaban solos, a fijarme en las gabardinas, en los cielos nublados. En octubre, todo el mundo parecía salido de la luz de un retrato de Walker Evans. Y eso me hacía sonreír.
Era la cuarta vez que me plantaba delante de la puerta de Garbino con la intención de llamar. Sabía la posición de cada una de las bisagras; el llamador tenia forma de mano; la cerradura estaba puesta al revés; el color de la puerta estaba desgastado por el tiempo; no tenía alfombrilla. Estaba tan ensimismado que no me di cuenta de que alguien estaba subiendo las escaleras con la bici a cuestas. Era Garbino, que al verme se paró en seco.
Cuando me di cuenta estaba entrando en su casa detrás de él. Tenía la espalda machada de barro. Una línea perfecta. Me fije que la bicicleta no tenía guardabarros. Me ofreció asiento y algo de beber, acepté con gusto. Más que por ganas, por tener algo de lo que hablar. No sabía cómo afrontar la conversación y se me debía ver en la cara porque Garbino me pidió 10 minutos para poder ducharse y cambiarse de ropa. Respiré.
Volvió con el pelo mojado y una bandeja con anchoas, aceitunas y unos panecillos. Preparó un aperitivo y me ofreció whisky o vino. Me decanté por el primero. Necesitaba un empujón para empezar a hablar. Me lo sirvió en un vaso tallado. De calidad. Resonaba a cristal bueno. Sin rodeos me dijo que hacía tiempo que me esperaba y me preguntó que porque estaba allí y qué quería saber. Me atraganté y me escupí todo el whisky por encima.
Empecé por preguntarle quién era él.

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